23/11/11

Andalucía 20N: ELECCIONES EN TIEMPOS DE LÁGRIMAS

Hoy se celebran elecciones generales españolas. Andalucía llega a estos comicios en situación catastrófica. Todas las encuestas, además, vaticinan una victoria abrumadora del PP...

ANDALUCIA LIBRE

ELECCIONES EN TIEMPOS DE LÁGRIMAS

Mañana, 20 de Noviembre de 2011, se celebran elecciones generales españolas mientras la deuda pública del Estado español sufre el enésimo acoso de los mercados. Andalucía llega a estos comicios en situación catastrófica, que se resume bien en su 31% de desempleo: más de 10 puntos sobre la media estatal, 14 más que en Madrid, 20 más que en Euskadi o 23 más que en Francia. Desempleo andaluz que se eleva al 53% en los menores de 25 años. Todas las encuestas vaticinan una victoria abrumadora del PP, tanto en Andalucía como en el Estado español, anticipando previsiones para las próximas elecciones nacionales andaluzas de 2012.

Andalucía Libre

Son elecciones en tiempos de lágrimas. No sólo por las dramáticas consecuencias económicas y sociales de la actual depresión. O porque Andalucía, no hace mucho, haya sufrido la enésima humillación de quedarse sin incluso una tramposa y limitada administración del río Guadalquivir y en compensación haya tenido que aceptar que España incremente la presencia militar de EEUU en la base de Rota teniendo que oír, además, que esto es "un recurso para combatir el paro". Son malos tiempos por la ausencia, no ya de alternativas andaluzas reales con presencia social significativa sino incluso de referencias electorales en las que poder llamar simbólicamente a depositar y luego acumular indignaciones y esperanzas. La combinación de todas estas carencias avala y explicita la gravedad de la situación.

Las alternancias: PP-PSOE; PSOE-PP

La derecha extrema españolista del PP se apresta a suceder al PSOE en plena crisis socio-económica del modelo dependiente; como si la peste fuera acreditado remedio al cáncer. Sería miope achacar este relevo en la inmundicia sólo a lo ocurrido en estos últimos años de crisis, aunque es evidente que estos han acelerado el proceso. Como denunciábamos en este Boletín en repetidas ocasiones, son los treinta años de Régimen de la dependencia -auspiciado y administrado por el PSOE- los que han construido una sociedad andaluza que, de tan alienada y sumisa, puede producir tantos centenares de miles de votos para el PP (y algunos miles más incluso para su segunda marca y subproducto, UPyD) como para acceder a una victoria electoral. Así, la desesperación y la desesperanza social se expresan dentro pero no fuera del marco político y social preestablecido, llamando a una renovada forma masoquista de autocastigo. Nuevo ejemplo de esa secular “Andalucía española”, a la vez causa y consecuencia, no sólo de desprecios sino también de sufrimientos.

Esa alternancia previsible es prueba incontestable del –esperemos momentáneo- éxito político e ideológico del Régimen; resultado sólo aparentemente paradójico con su notorio fracaso económico y social, que queda oculto al no ser percibido claramente como tal. En estas circunstancias, ni volvemos ni podemos volver a 1977-1980, incluso después del estallido de la última pompa inmobiliaria que hace evidente que Andalucía sigue –aun con unos cuantos kilómetros más de autovía- en la misma situación de dependencia y fragilidad que entonces.

Verdad es que el PSOE es y ha sido desde la Transición uno de los pilares básicos para la estabilidad del Régimen y que por tanto su destrucción como referencia política y sus sustitución por una alternativa real es tarea básica e inexcusable para el acoso y superación del Régimen. Y también lo es que una hecatombe electoral del PSOE –con sus posibles consecuencias en cuanto a su solidez estatal- parece precondición necesaria para este objetivo. Ahora bien, igualmente parece evidente que instalarse en el quietismo es seguro de desastre. No sólo por lo extremadamente aventurado de apostar a que un porcentaje u otro de derrota del PSOE provoquen mecánica y fatalmente ese tan deseado como hipotético proceso acumulativo de desagregación. También –siguiendo en el terreno de la elucubración- porque, ya que la política no permite espacios vacíos, hay que tener presente que si -ante la ausencia de alternativas andaluzas- en el papel de presunto pilar izquierdo del Régimen, el PSOE hasta ahora conocido fuera sustituido en su caso por una combinación de PSOE disminuido o escindido, PCE-IU y UPyD (o incluso, en una versión extrema más improbable si cabe, por una triada de PCE-IU, UPyD y alguna extrema izquierda sudespañola) nada sustantivo ganaría Andalucía con ese cambio. El Régimen mutaría, pero no para desaparecer sino para persistir porque –recordémoslo- lo único que puede tumbarlo es una “Andalucía andaluza” expresada en forma de izquierda independentista.

Los otros…

Pruebas adicionales del éxito del Régimen es que, a estas alturas, tengamos que dedicar algún espacio a tratar sobre esas otras falsas alternativas que persisten ante la ausencia de alternativas reales.

El PCE-IU se relame hoy pensando en un anunciado modesto crecimiento derivado de los cientos de miles de parados existentes que le insufle aire a su viejo aparato, le permita recuperarse y aún plantarse como futuro socio del PSOE en el Gobierno andaluz tras las próximas elecciones nacionales si el crecimiento del PP no capea y resiste el shock de sus primeros meses de Gobierno español. Al mando de un manchego que hace alarde de español como Cayo Lara –y que otra cosa puede hacer, cabría preguntarse, viniendo de donde viene y siendo quien es- el PCE-IU se representa sin hacer ninguna mención especifica a Andalucía, ignorándola; manteniendo su culto a personajes históricos siniestros como los estalinistas José Díaz y Pasionaria; al abrigo simultaneo en sólo aparente contradicción de empecinadas y desconsoladas referencias al presunto incumplimiento de la Constitución monárquica española y de invocaciones mágicas a la III República española y con un recetario de medidas abstractas y genéricas que, por mezcla de cobardía y lealtad al Régimen, omiten precisamente aquellas que, como la denuncia del euro, pudieran afectar de verdad la dinámica de la Depresión y plantear vías políticas de enfrentamiento y salida.

Por su parte, la extrema izquierda sudespañola en sus diferentes encarnaciones, que podemos ejemplificar citando sea al PCPE –versión postestalinista- o a Anticapitalistas -versión post-trotskista- siguen negando a Andalucía; bien expresamente al omitirla y esconderla o bien subsumiéndola en salidas españolas, presuntamente generales. Incidiendo todos en esa otra nefasta forma de dependencia que es inocular subordinación haciendo depender la liberación y emancipación de los andaluces del mando, ritmos, preferencias o intereses de otros.

Su frivolidad e inconsistencia estratégicas aparecen en un caso –PCPE- enunciando, por ejemplo, la salida española de la UE sólo como mera consigna ritual, perdida en el habitual supermercado de demandas varias. O en el caso de Anticapitalistas, asumiendo propuestas peregrinas como la reconversión de la industria del automóvil -que previamente España se ha encargado de hacer casi exótica en Andalucía por la vía de eliminar de su suelo incluso sus restos en Linares- rematerializandola en productora de “tranvías, coches eléctricos al alquiler o nuevos vehículos no motorizados o parcialmente motorizados eléctricamente (bicicletas, patinetes)”. Ocurrencias que mezcla con una burda apología estratégica de la espera a que se produzcan procesos supranacionales para siquiera plantearse iniciar los propios; a la manera de alguna extrema izquierda francesa siempre atenta a confundir internacionalismo con cosmopolitismo formal.

Sea como fuere, renovemos el reconocimiento de que la mera conveniencia de citar a vuelapluma algunas de las inconsistencias inherentes a estas fuerzas manifiesta lo hondo de nuestra crisis. Treinta y cinco años después del inicio de la Transición debería bastar el enunciado de un principio básico: “Todo voto andaluz a formaciones españolas es un voto contra Andalucía”…

… y los de más allá.

No podemos dejar pasar la ocasión de hacer una referencia a lo que se conoce como 15-M.

En las circunstancias sociales actuales era evidente que el malestar social tenía que expresarse de alguna manera. Y lo hizo en forma de un movimiento de protesta en horas libres y fin de semana, que facilita expresar de forma genérica la indignación colectiva sin poner en peligro la continuidad individual en los puestos de trabajo en los casos de aquellos y aquellas que afortunadamente los mantienen. Lo confuso y abigarrado de sus demandas es causa de su fuerza –concitar diversos apoyos- y también de su debilidad: ser manifiestamente incapaz de concretar en proyectos políticos -que no son solo un catalogo de propuestas- sus demandas éticas o vivenciales.

Que su eclosión coincida con la gestación de una aplastante victoria del PP evidencia de forma inapelable cuales son algunos de sus más que evidentes límites. En Andalucía, la ausencia de símbolos y contenidos nacionales propios o la dinámica sucursalista o buenista que lo domina, abundan, aún más si cabe, en esas carencias.

No obstante, ser cauce de encuentro de insatisfacciones lo convierte en un excelente caladero en donde encontrar personas predispuestas a incorporarse a proyectos realmente emancipadores y escenario en donde presentar, difundir y pelear alternativas andaluzas a los problemas de los andaluces. Estas son sus principales aportaciones al futuro de Andalucía. Nada más ni nada menos.

Y los andalucistas…

El Partido Andalucista, por su parte, aún en un contexto de ausencia de candidaturas andaluzas, consigue con su practica y sus propuestas vacunar contra cualquier inclinación de ceder ante la tentación de un voto táctico identitario, aun en su versión regionalista más ambigua y primitiva. En justicia, no pueden siquiera reclamar ampararse bajo otro principio básico: “Mejor el peor de los andaluces que el mejor de los españoles”. Porque ejercen de españoles.

En su práctica. Cuando el ultraespañolismo del PP (o del PSOE) no tiene problema alguno cada vez que las cuentas lo justifican en llamarles a compartir gobiernos municipales ni ellos en aceptar compartir con ellos poltronas y beneficios, vendiendo día a día Andalucía por un plato de lentejas (o una cuenta de gastos).

Y en sus propuestas. Cuando tienen la desfachatez (o la estulticia) de proclamarse “andalucistas pero también europeístas y defensores de una España federal” y no sólo incluir en su programa una defensa fanática del mismo euro que –junto a España- domina y aplasta Andalucía sino incluso ir más allá reclamando una UE y una Eurolandia con renovados y aún más reforzados poderes, mientras ni siquiera se les ocurre demandar tácticamente una relación económico-fiscal bilateral con el Estado español que plantee claramente en términos políticos nuestro conflicto con España.

Usar mañana, tarde y noche la palabra “Andalucía” y la bandera andaluza para hundir aún más a Andalucía en el lodo y la miseria no los hace merecedores más que, como mínimo, del mismo desprecio que cualesquiera otros españoles.

Finalmente: ¿Votar o No votar?

¿Votar o No votar? Si en vez de andaluces, fuéramos vascos o catalanes o incluso gallegos, no tendríamos que plantearnos esta pregunta. Estaría claro que siendo patriotas o gentes de izquierda tendríamos el 20N una papeleta (o aún varias) con la que expresar en las urnas cabal o parcialmente nuestra identidad, nuestras demandas y aspiraciones; con la que llamar a otros a expresar su rebeldía y con la que contarnos. Si fuéramos hoy de alguna de estas naciones nadie tendría que esforzarse en buscarle apellidos a la ausencia para evitar diluirse entre la pasividad, la ignorancia, el absentismo o incluso cualquier variante paleolibertaria.

Seguro que –por ejemplo- muy pocos de esas decenas de miles de buenos vascos de izquierdas que mañana van a votar Amaiur piensan que la independencia de Euskadi será consecuencia de un mero amontonamiento de votos y diputados ante los que España vaya a inclinarse por la simple fuerza de los argumentos democráticos. No son tan ingenuos. Pero saben tambien que acercarse a ese objetivo y generar la situación que lo haga planteable no sólo como principio sino también como tarea política requiere dar la batalla y ganar también en este terreno de juego. Y lo saben –entre otras razones- por el esfuerzo que ha dedicado España a quitarles de en medio del escenario electoral.

Sin asomo de desanimo la verdad es que hoy no hay candidatura de izquierda independentista andaluza porque somos débiles.

Aún así, como recordatorio de la tarea pendiente y como expresión de futuro no eludimos el viaje a las urnas con un mensaje de esperanza: una papeleta que aunque hoy formalmente cuente como nula, sirva para afirmar nuestro objetivo común y recordarnos nuestras tareas pendientes, también en día de elecciones: la INDEPENDENCIA DE ANDALUCÍA.

Y que más pronto que tarde, el día después de las elecciones tambien deje de ser tiempo de lágrimas para hacerse tiempo de esperanzas.
http://www.andalucialibre.tk/

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